Mi vida es vida cuando abro los brazos

Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano, Emily Dickinson

Llevaba días, quizá un par de meses, dándole cada vez más vueltas a la idea de entrega, a la idea de permanencia, al yo que reside en mí misma y en los diferentes cuerpos en los que mudo. A veces dedico horas enteras a sentir plenamente y con conciencia todo, a abrir los brazos y susurrar aquí estoy, heme en cuerpo y alma, cámbiame o quiéreme para siempre. Confieso que muchas veces me acuesto rezando y eso me alivia. Rezo como quien medita, como quien canta una canción, como quien se toca, como quien se golpea las mejillas dos veces por la mañana frente al espejo. Abro la boca entre las sábanas y pido perdón bajito porque a veces —o muchas veces— miro mal, respondo mal, no acaricio lo suficiente, alejo la mirada y hiero, hiero mucho. Cuando tengo miedo se me ponen las manos frías y por la noche cuando abro la boca e inicio la oración mis manos son dos témpanos de hielo. Entonces doy pie a una retahíla de disculpas por mirar mal, responder mal, acariciar poco, alejar la mirada y hacer daño. Pido disculpas por sentir plenamente y a conciencia y por abrir los brazos, así que le susurro al mundo holaholahola tequierotequierotequiero no soy buena pero puedo ser mejor puedo intentar ser mejor quiero ser buena quiero ser buena. Me transformo cada noche que abro la boca y pido bajito y las manos están frías y mi cuerpo tiembla, me transformo cada noche en la que mi cuerpo no es un reflejo porque no quiero mirarme, porque las palabras lo han atravesado con la fuerza de un suspiro. Os digo que rezo y me disculpo, cada noche, pero es mentira, no rezo todas las noches ni digo holaholahola tequierotequierotequiero no soy buena porque hago daño y descoso muchas heridas pero heme aquí, con mi voluntad de diosa hambrienta, susurrándome bajito palabras que viajan por el cosmos a un dios pero que en realidad me repito una y otra vez a mí, porque no hago otra cosa que rezar(me) y velar(me) como una deidad. Y como una deidad me disculpo ante la otra, bajito, porque me da vergüenza hacer daño como me da vergüenza decir que llevo dos días imaginando el sexo del otro porque es otra forma de rezo y de entrega y permanencia y de hallar la paz. Así que escribo esto para decir deseo, escribo esto para decir no quiero la pérdida, escribo esto para decir que mi vida es vida cuando abro los brazos y me convierto en voluntad.


Deja un comentario